Cockroaches
He slipped into the white sheets envelope with his
brain full of cockroaches, toads and snakes. It was the consequence of the bad
life he led. However, as he entered the envelope he slipped gently into a slow,
warm and amiably sonorous universe until he fell asleep. It was the place with
no place, it was time without time. The cockroaches turned into chrysalis and
then into luminous butterflies of infinite colors. The toads in fabulous beings
that gave him self-confidence, and the snakes turned into blue dragons, capable
of taking him to the furthest away from the galaxy in the blink of an eye.
Sometimes, throughout the day, when someone tried to
inoculate cockroaches into his brain, he would remember that state and try to
explain why it happened, so that he could experience it during the vigil. He
never found out. What he observed some time later was that this state began to
manifest itself during the hours of twilight shyly, and grew and grew until it
occupied all the time when he was awake. Except in his dreams. There were worse
than the worst reality. Sometimes, when he woke up, he discovered that his
nightmares were the compendium of all the evils of humanity. It was as if the
transformation he experienced during the vigil had its counterpart in the world
of dreams. So, the days and nights passed, and he slept less and less, until he
stopped sleeping, and so ended his nightmares. Nor could he ever return to the
reality world of cockroaches. He stayed in his infinite universe and amiably
sonorous forever.
Cucarachas
Se metió en
el sobre de las sábanas blancas con su cerebro repleto de cucarachas, sapos y
culebras. Era la consecuencia de la maña vida que arrastraba. Sin embargo al
entrar en el sobre se deslizaba suavemente hacia un universo lento, cálido y
amablemente sonoro, hasta que se dormía. Era el lugar sin lugar, era el tiempo
sin tiempo. Las cucarachas se convertían en crisálidas y luego en unas
mariposas luminosas de infinitos colores. Los sapos en seres fabulosos que le
infundían confianza en él mismo, y las culebras se tornaban en dragones azules,
capaces de llevarlo al lugar más alejado de la galaxia en un abrir y cerrar de
ojos.
A veces, a
lo largo del día, cuando alguien trataba de inocular cucarachas en su cerebro,
recordaba aquel estado y trataba de explicarse por qué ocurría, para poder
experimentarlo durante la vigilia. Nunca lo descubrió. Lo que observó algún
tiempo después fue que ese estado empezó a manifestarse durante las horas del
crepúsculo tímidamente, y fue creciendo y creciendo hasta ocupar todo el
tiempo. Excepto sus sueños. Peores que la peor realidad, cuando en ocasiones se
despertaba, descubría que sus pesadillas eran el compendio de todos los males
de la humanidad. Era como si la
transformación que experimentaba durante la vigilia tuviera su contrapartida en
el mundo de los sueños. Así que, transcurrieron los días y las noches, y dormía
menos y menos, hasta que dejó de dormir, y así terminó con sus pesadillas.
Tampoco pudo nunca volver a la realidad de las cucarachas. Se quedó en su
universo infinito y amablemente sonoro para siempre.