Sherlock Holmes
Dawn surprised him feverishly typing the code with which to hack that damn account. He had been sitting in his wheelchair for over twelve hours and was exhausted. He was thinking of giving up, when surprisingly the bank's protection system gave in to the code he had just entered. Ever since the fateful accident that left him a paraplegic, he had been preparing to consummate his revenge, to savor this moment. With an emotion comparable to the sacrifice of all those years of programming learning, he pressed the key to transfer all the funds to an account in the name of his son, in the Cayman Islands. Exactly one hundred million, two hundred and fifty-three thousand dollars and thirty cents. He felt full, his victim would pay dearly for that accident that left him in a wheelchair forever. He could rest now. Rest from that nightmare.
Several days after carrying out his cyberattack, he received a message in his email inbox. Someone threatened to kill him if he didn't replenish every penny in the hacked account. He didn't understand how they could find out that he had hacked that account. Three days later the police found her empty chair in front of his computer, and found no signs of violence. What he read on the screen was the clue that led Inspector Rameau to suspect the culprit behind the hacker's disappearance. He was helped in his investigation by an artificial intelligence system called Sherlock Holmes, capable of taking samples at the crime scene and making surprising deductions. After seeing the result of Sherlock Holmes, which confirmed his suspicions, he went to arrest the perpetrator of the crime, who confessed everything. The body was found in the basement of the hacker's home. His son was guilty of the murder.
Sherlock Holmes
El alba le sorprendió tecleando febrilmente el código con el que hackear aquella maldita cuenta. Llevaba sentado en su silla de ruedas más de doce horas y estaba exhausto. Pensaba en darse por vencido, cuando sorprendentemente el sistema de protección del banco cedió al código que acababa de introducir. Desde el fatídico accidente que lo dejó parapléjico, se había estado preparando para consumar su venganza, para saborear aquel momento. Con una emoción comparable al sacrificio de todos aquellos años de aprendizaje de programación, pulsó la tecla para transferir todos los fondos a una cuenta a nombre de su hijo, en las Islas Caimán. Exactamente cien millones doscientos cincuenta y tres mil dólares con treinta centavos. Se sentía pletórico, su víctima pagaría caro aquel accidente que le dejó postrado en la silla de ruedas para siempre. Ya podía descansar. Descansar de aquella pesadilla.
Varios días después de llevar a cabo su ciberataque, recibió un mensaje en su buzón de correo electrónico. Alguien le amenazaba de muerte si no reponía hasta el último centavo en la cuenta hackeada. No entendía cómo habían podido descubrir que él había hackeado aquella cuenta. Tres días después la policía encontró su silla vacía frente a su ordenador, y no encontró signos de violencia. Lo que leyó en la pantalla fue la pista que condujo al inspector Rameau a sospechar del culpable de la desaparición del hacker. Le ayudó en sus pesquisas un sistema de inteligencia artificial llamado Sherlock Holmes, capaz de tomar muestras en el lugar del crimen y hacer deducciones sorprendentes. Después de ver el resultado de Sherlock Holmes, que confirmaba sus sospechas, se dirigió a detener al autor del crimen, que lo confesó todo. En el sótano de la vivienda del hacker apareció el cadáver. Su hijo era el culpable del asesinato.