A lo largo de la vida se van rompiendo cosas y sentimientos,
y recomponer, si es posible, cada uno de ellos con los trozos y jirones de lo
que queda es una ardua tarea, sobre todo porque no es posible recuperarlos como
eran. Son algo nuevo hecho con material viejo. Pero aun así, de alguna manera, los
nuevos sentimientos conservan la calidez del tiempo pasado y además ofrecen
nuevas oportunidades que se manifiestan en lo que tienen de nuevo.
Desde mi experiencia, recomponer y recomponerse es un arte
que se lleva a cabo desde el inconsciente. Digo arte porque sus resultados en
general ayudan a vivir, a empezar de nuevo. Y digo inconsciente porque uno se
da cuenta de la recomposición cuando ya ha ocurrido. De manera que se trata de un arte al que no
se puede llegar de forma consciente, y eso lo convierte en algo mágico, algo
que el pensamiento no puede capturar ni esculpir a su antojo.