Pañuelos
Aquellos
pañuelos habían estado abandonados en un baúl durante mucho tiempo. Alguien
abrió un día el baúl y los encontró allí, inmaculados. Al cogerlos, un papelito
del tamaño de una tarjeta de visita cayó al suelo y en él se podía leer:
‘Apartado
de correos número 212. Clave: amapola’
Cuando
abrieron la taquilla se encontraron una libreta muy gastada y una pequeña caja
metálica. El primer impulso fue abrir la caja, y la sorpresa fue encontrar unos
seres diminutos con forma humana que saludaban eufóricamente a sus salvadores.
La
libreta era un diario, y su autor había descrito con todo lujo de detalles
cuándo y cómo descubrió a esos seres, que se alimentaban de la oscuridad, y su
relación con ellos durante años.
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Pequeños
seres
Gracias
a los apuntes que aparecían en el diario, se supo que a estos seres diminutos
les afectaban los rayos solares. Así que una vez hechas las presentaciones,
alguien cerró la caja. Pero nadie se había percatado de que uno de ellos se
había quedado fuera y se había escondido en el bolsillo de la chaqueta de uno
de los funcionarios de Correos. Era un disidente al que el dueño de los
pañuelos, en su diario, llamaba Tom. Y según la extensa explicación recogida en
él, había tratado de escapar en más de una ocasión.
Tom
sabía lo que hacía. Necesitaba un baño de luz solar durante al menos un día
para transformarse en lo que siempre había querido ser. Una mutación genética
lo había hecho diferente a sus congéneres, a los que en caso de recibir
radiaciones solares durante un minuto, las quemaduras les ocasionarían heridas
mortales. Él sin embargo, y atendiendo a lo que su familia le había confesado,
podría experimentar una transformación espectacular.
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Tom
Y Tom
consiguió salir de su prisión y fue a parar al hogar del funcionario de
Correos. El funcionario dejó su chaqueta en el perchero y Tom esperó a la noche
para salir de su escondite. Bajó con cierta dificultad por la manga de la
chaqueta y se deslizó por la pared hasta llegar al suelo. Los ronquidos que
procedían del dormitorio le hicieron dar un respingo. Intentó en la oscuridad
ubicar alguna ventana por la que salir. Afortunadamente, una de las de la
cocina estaba abierta. Subió por una pata de una de las sillas hasta la mesa y
desde allí alcanzó el alfeizar y de ahí saltó al vacío.
Los
primeros rayos de sol lo sorprendieron dormido entre las hojas de pámpano que
habían amortiguado su caída la noche anterior. Empezó a sentirse bien.
Suponiendo que los dueños de la casa aparecerían en cualquier momento, se alejó
de allí y buscó donde ocultarse a los ojos de los transeúntes. Ya empezaba a
experimentar los primeros efectos de los fotones penetrando en su cuerpo. Su
piel estaba cambiando de color y sus ojos podían ver un universo negado a los
demás, ya que percibía frecuencias muy por debajo y por encima de las
frecuencias ópticas normales. En aquel momento sintió miedo, y se arrepintió un
poco de lo que estaba haciendo.
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Cambios
Los
compañeros de Tom, aunque bien alimentados por la oscuridad y a salvo, no
dejaban de preocuparse por él. El ánimo estaba por los suelos. Siempre habían
sabido que Tom quería salir de allí, pero nunca habían pensado que se atreviera
a hacerlo. Ahora trataban de imaginar lo que le podría haber ocurrido. No
sabían cómo iba a alimentase y si se sabría defender de todos los peligros que
acechaban en el exterior.
Tom
estaba experimentando las primeras reacciones a los rayos solares. Había
procurado encontrar lugares en los que hubiera oscuridad para alimentarse, pero
su nuevo estado estaba empezando a cambiar el metabolismo de su cuerpo.
Necesitaba menos estas a oscuras y la luz le estaba empezando a proporcionar
cierta energía. En eso estaba pensando cuando de repente se encontró con la
nariz de un inmenso gato que le miraba con ojos inquisitivos. El pequeño tamaño
de Tom divertía al gato que intentó golpearle con su pata delantera. El susto
de Tom fue mayúsculo y desencadenó su primera transformación. En un instante
empezó a crecer y crecer, de forma que ahora era el gato el que tenía unas
dimensiones irrisorias comparadas con su estatura. Y fue el gato el que salió
despavorido. Una vez pasado el susto, Tom volvió a recuperar sus dimensiones
normales y respiró con alivio.
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El
planeta oscuro
Los
pequeños seres que había encontrado el dueño de aquellos pañuelos procedían de
un planeta oscuro. Un planeta que surcaba el espacio sideral a miles de
millones de kilómetros de su estrella, y no giraba alrededor de su eje,
presentando siempre la misma cara a la estrella. Albergaba a seres que
utilizaban la energía de la oscuridad para vivir. Por ese motivo, se
concentraban en la parte del planeta que siempre se mantenía oculta a la
estrella. Una de las discontinuidades espacio-tiempo, que se manifestaban
espontáneamente, había succionado a aquellos seres y los había trasladado a la
Tierra, en concreto al dormitorio del dueño de los pañuelos.
La
dificultad de acceso a las boscosas cumbres protegía el secreto del rey de la
montaña, el padre de Tom. Su hijo había sido concebido por una inmortal, y la
estructura de su ADN era el secreto que nadie conocía. Cuando fue mayor, su
padre trató de explicarle su naturaleza y los prodigios que podría llegar a
vivir.
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Viajando
a la velocidad de la luz
El anochecer
sorprendió a Tom cerca de la costa. Era la primera vez que veía el mar. En
realidad no sabía cómo había llegado hasta allí, pero daba las gracias porque
es espectáculo era extraordinario. La puesta de sol sobre el mar le hizo
estremecerse. Echaba de menos las negras colinas entre las que su padre había
construido su casa, pero la contemplación de aquel atardecer ayudaba a no
sentirse invadido por la nostalgia. De repente miró directamente al sol y uno
de los rayos se detuvo delante de él y le invitó a dar un paseo. Cuando entró
en el rayo, éste se movió a la velocidad de la luz. Tom, aferrado a los campos
eléctrico y magnético, cuyos valores no cambiaban con el tiempo, veía lo que
había a su alrededor como una foto fija. No existía el movimiento de los
objetos ni existía el paso del tiempo. También se congelaron sus pensamientos.
Finalmente el rayo se detuvo en el mismo punto en el que lo encontró y Tom
salió del rayo y le dio las gracias.
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Código
La
partida de póker se prolongó hasta la madrugada, y cuando acabó la partida el
anfitrión salió a despedir a sus compañeros de cartas. Cuando se volvió para
entrar en casa, observó un destello fugaz entre las prímulas que había plantado
unos días antes en el jardín. No le dio la mayor importancia. Pero cuando entró
en la cocina, desde la ventana podía ver aquella parte del jardín y se volvió a
repetir el destello. Observó durante unos instantes y los destellos parecían
transmitir una especie de código. El haz era muy estrecho y se dirigía hacia el
cielo. Aunque se podía pensar que la fuente de luz era diminuta, su intensidad
era notable. ¿Qué podía haber entre las flores que emitiera esa especie de
código y a quién iría dirigido?
El
anfitrión, incapaz de salir a ver de lo que se trataba, intentó olvidarlo y se
fue a la cama situada en el piso superior de la vivienda. Le despertó un fuerte
ruido, o zumbido. Eran las diez de la mañana. Había dormido plácidamente, pero
aquel ruido le recordó lo de la noche anterior. Saltó de la cama y se dirigió a
la ventana desde donde antes se podían ver las prímulas, porque ahora algo
había hecho que saltaran por los aires haciendo un socavón de un metro de
diámetro.
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¡Ayuda!
Bajó
atropelladamente las escaleras y se acercó al socavón. Había restos de prímulas
esparcidos por todas partes, y la tierra sobre las que él las había plantado
había desaparecido. Junto a los restos de las flores se destacaban fragmentos
metálicos y restos de trocitos de cristales. También se veía, en el centro de
socavón se apreciaba un agujero de pequeñas dimensiones. Cuando intentó ampliar
el agujero con una pequeña pala, descubrió que había un tubo corrugado que no
debería estar allí.
Cuando
intentó extraerlo, un grito muy débil de auxilio le hizo detenerse. No supo que
hacer cuando vio salir por el tubo a un ser pequeñito que pedía ayuda. Pensó
que aún no se había despertado y que todo aquello era un sueño, pero la
insistencia de aquel ser en solicitar su ayuda le hizo volver a la realidad.
Extendió su mano y aquel ser trepó a su palma y le dijo que en el subsuelo
había unas instalaciones en las que se refugiaban otros seres como él.
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Treinta
años
Aquello
fue el principio de treinta años de amistad. No le confesó a nadie aquella
extraordinaria y larga relación, y para que sus amigos se mantuvieran a salvo
cuando él ya no estuviera, pensó en recluirlos en una caja en un apartado de
correos. Durante esos treinta años supo que eran unos seres extraordinarios
cuya característica fundamental era el sacrificio por los demás y la
importancia que para ellos tenía la amistad, algo que entre los seres humanos
no se suele dar con mucha frecuencia. Vivieron en su casa durante todo ese
tiempo, y siempre intentando comunicarse con los seres de su planeta.
Mientras
tanto, momentos de melancolía y tristeza dejaban paso a la esperanza y a las
confidencias amables, a las extraordinarias historias de sus vidas, allá lejos,
en el frío y oscuro planeta, pero al mismo tiempo su dulce hogar.
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Katy
Era una
noche fría y lluviosa. Katy conducía despacio. Volvía del supermercado cuando
sonó el móvil. Descolgó y alguien le dijo que su tío acababa de fallecer en
extrañas circunstancias. Tristeza y asombro. Sin pasar por su casa se dirigió
al domicilio de su tío, al otro lado de la ciudad. Recordó que hacía años que
no se veían. Su tío siempre había sido un poco extraño, y ella nunca había
acertado a adivinar por qué. Subió las escaleras hasta el primer piso y dos
agentes de policía flanqueaban la puerta de entrada a la casa. Procedente del
interior se oía la sonora voz de alguien encargado del caso. Uno de los agentes
entró y a continuación salió el comisario. Katy se presentó antes de que le
preguntaran. Sin hacer ningún comentario, el comisario la llevó al dormitorio.
El cadáver de su tío, tapado con una sábana, estaba sobre la cama. Cerca había
un baúl abierto y alguien había sacado parte de su contenido. El comisario
salió de la habitación y Katy se fijó en un extremo del baúl en el que se veían
unos inmaculados pañuelos blancos formando un perfecto paquete. Los cogió y al
hacerlo, cayó al suelo un papel del tamaño de una tarjeta. Poco
imaginaba Katy lo que aquella tarjeta ocultaba.
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Espíritus
Tom no
dejaba de sorprenderse por las experiencias que estaba viviendo. Su padre le
había advertido también de los peligros de sus deseos. Debería
aprender a controlar sus deseos, porque éstos se convertirían en realidad. Así,
Tom, sin darse cuenta, recordó a su amigo, a la persona que le salvó la vida a
él y a sus compañeros y que ya no estaba en este mundo. Le volvió a sorprender
el rayo de luz que le invitó a entrar en él. Tom accedió a su petición y cerró
los ojos. De repente le invadió un intenso olor a violetas. Cuando los abrió,
se encontró enfrente de su amigo, el de los pañuelos. Una intensa emoción asomó
a sus ojos. Entonces aprendió que este mundo es un sitio de paso, y que los
espíritus de los que lo abandonan pueblan planetas lejanos. El rayo de luz lo
había transportado instantáneamente a aquel planeta en el que el perfume a
violetas y la luz rosada del horizonte dan la bienvenida a los que, como él
escapan del segundo mundo.
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Swangdoms
Era
imposible no ver aquella esbelta torre, el lugar en el que se daba la
bienvenida a los espíritus. Su extraordinaria estructura proyectaba una inmensa
sombra sobre las paredes de los swangdoms, construcciones que variaban su forma
y color siguiendo la estela de los pensamientos de los espíritus que los
habitaban. Así, un espacio multicolor creado por una interminable cantidad de
swangdoms se extendía hasta el horizonte, salpicando de infinitos colores
cambiantes la alfombra ámbar que era el suelo. Las sombras que la luz rosa
prestaba a los objetos y a los seres, se difuminaba hasta desaparecer cuando se
trataba de espíritus, de manera que a su amigo no le acompañaba
ninguna sombra.
Tom
entró con cierta aprensión cuando su amigo le invitó a pasar al interior de su
swangdom, pero a medida que sus ojos se acostumbraban a la tibia luminosidad de
su interior, la paz que transmitía ese lugar vivo le llegó a lo más profundo de
su alma.
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Espacio inestable
Y allí descubrió Tom el espacio inestable. Regiones del espacio súbitamente desaparecían llevándose todo lo que había en ellas. También, y de modo repentino, se creaban regiones del espacio y traían nuevas formas de universos, nueva fauna, nuevas ciudades con nuevos y distintos habitantes, y nuevos fenómenos físicos como la transición, por la cual, un habitante de una región del espacio podía viajar instantáneamente a otra, haciendo uso del espacio inestable. Las nuevas leyes físicas también permitían viajar al interior de los seres y descubrir micro universos vivientes.
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Atraco
Katy recordó cuando, siendo muy pequeña, su tío le habló de unos seres
humanos diminutos. Siempre había pensado que era una invención de su tío
para estimular su imaginación.
Ahora se había encontrado con la realidad de su existencia y no podía
ignorarlos. Sin saber cómo, era responsable de sus vidas. Eso era lo que iba
pensando mientras se dirigía a la oficina de correos para llevarse a casa a los
seres diminutos.
Estaba cerca del banco cuando, de repente, oyó las sirenas de varios
coches de policía que se aproximaban. Los coches se detuvieron enfrente del
banco. Se acercó a uno de los policías y le preguntó qué ocurría. El policía le
explicó que habían atracado la oficina de correos y habían desvalijado todas
las cajas.
Se quedó atónita.
Pensó en los pequeños seres y se preguntó en manos de quién estaría ahora.
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La luna de Cron
En el mismo sistema planetario al que pertenecía el planeta oscuro,
giraba un descomunal planeta híbrido, Cron, una mezcla entre planeta y
estrella. La gran masa de tierra y fuego había adoptado una forma irregular, y
la parte incandescente de combustión fría, de trillones de toneladas, se
elevaba, majestuosa, miles de kilómetros, y como un enorme obelisco, iluminaba
desde eones el negro cielo, y gracias a la curvatura de los rayos de luz, la
parte opuesta recibía el calor y la radiación necesarios para albergar a seres
vivos que latían al mismo ritmo al que lo hacía su planeta.
Desde una de las
lunas de Cron, lobos de negro pelaje y ojos azules, esperaban la llegada de
Tom.
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Ruhn
Los lobos se
adelantan a los acontecimientos. Y así, se reunieron en la cima de la colina
azul para recibir a Tom. Los átomos de universo encargados de transmitir el
futuro se incrustan como en un rompecabezas entre los átomos de los cerebros de
los lobos, abriendo la puerta a la videncia. Esa circunstancia solo ocurre en
el espacio próximo a esa luna de Cron, llamada Letha, y Tom, cuando se
materializó en Letha adquirió esa cualidad. Rhun, el líder de la manada,
esperaba con impaciencia a Tom.
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El líquido iridiscente
La tormenta había inundado las calles de la gran ciudad. En una
inspección de la policía por la zona del atraco, la caja en la que habían
vivido los pequeños seres apareció abierta, inundada de agua y sin rastro de
ellos.
Katy le pidió a la policía que le devolviera la caja. Pensando en los
pequeños seres, volvió a su casa casi con la misma tristeza de quien pierde a
sus hijos.
Al abrir la caja observó que, después de haberla secado, el fondo
emitía una débil iridiscencia, y volvía a humedecerse después de unos
instantes. No se trataba de agua, sino de un líquido algo viscoso que iba
extendiéndose lentamente por la superficie del fondo de la caja y extrañamente
subía por las paredes interiores hasta llegar a los bordes de la caja,
derramándose y finalmente cayendo al suelo.