The Magnus Codex
In the summer of the year 2100, an ancient medieval codex fell into my hands by chance, in which the name of Magnus appeared in large letters and in which the steps to be followed in the exploration of a cave. Also, at the end, it described the place inside the cave where another codex had been deposited, a continuation of the previous one.Two cavers and a humanoid, we began the adventure guided by the content of that codex. After a long journey that led us to the center of Africa, we arrived at the appointed place. The access was semi-hidden by vegetation. Upon entering, a nauseating smell forced us to use oxygen masks. Flashlights illuminated the difficult access to what appeared to be a narrow, dank passageway. The humanoid warned us of the presence of bacteria that our immune system could not combat. We activated special filters, and after going through that passageway, we headed to the place that the first codex indicated where the second codex was. A chest appeared before our eyes, which the humanoid opened. There was the codex. We only had time to read that we were inside the maw of Magnus. With a deafening sneeze of Magnus, a powerful gust of air violently expelled us through his nose, with the extraordinary luck that we fell onto the thatched roofs of a nearby village. We never saw the giant, but we keep the codices as the material proof of our extraordinary adventure. Apart from verifying that our humanoid experienced fear for the first time.
El códice Magnus
En el verano del año 2100, cayó en mis manos por casualidad un antiguo códice medieval en el que figuraba con grandes letras el nombre de Magnus y en el que se detallaban, mediante dibujos y las correspondientes descripciones, los pasos a seguir en la exploración de una cueva. También, al final, describía el lugar dentro de la cueva en el que se había depositado otro códice, continuación del anterior. Dos espeleologos y un humanoide iniciamos la aventura guiados por el contenido de aquel códice. Después de un largo viaje que nos condujo al centro de África, llegamos al lugar señalado. El acceso estaba semioculto por la vegetación. Al entrar, un nauseabundo olor nos obligó a utilizar las mascaras de oxigeno. Las linternas iluminaban el difícil acceso a lo que parecía ser un pasadizo angosto y húmedo. El humanoide nos advirtió de la presencia de bacterias que el sistema inmunológico no podía combatir. Nos protegidos con filtros especiales, y después de atravesar aquel pasadizo, nos dirigimos al lugar que el primer códice indicaba dónde estaba el segundo códice. Apareció ante nuestra vista un cofre que el humanoide abrió. Sólo nos dio tiempo a leer que estábamos en el interior de las fauces de Magnus. Con un ensordecedor estornudo, una potente ráfaga de aire nos expulsó violentamente por su nariz, con la extraordinaria suerte de que caímos sobre los tejados de paja un poblado cercano. Nunca vimos al gigante, Pero conservamos los códices como la prueba material de nuestra extraordinaria aventura. Aparte de constatar que nuestro humanoide experimentó por primera vez el miedo.