Wednesday, May 30, 2018

Sweet Chronicles - Crónicas dulces


Sweet Chronicles

Every morning, my owner would take me with him to the bridge of sighs. I was feeling safe inside my comfortable case.
It was a sunny day and my owner was contagious me with his happiness, even though his emaciated figure betrayed his precarious situation.
When we arrived at the center of the bridge, he took me out of hiding and set about performing a fragment of Bach's C minor viola concert.
He is a virtuoso.
He had placed the case on the floor and, from time to time, someone put there a coin. I felt sorry for him.
But nevertheless, when he is touching my strings, sometimes with the softness of a caress, sometimes with a singular energy, it transported us to a unique state of ecstasy.
His soft fingers, moving at a dizzying speed along my mast, were the balm I needed every day to be happy.
However, something special happened that day. As we withdrew and left the bridge, brought his lips to the case I was in, and said to me in an almost imperceptible voice:
"I have a secret to tell you. Some time ago, when we left the bridge, I noticed that the bridge cry. Today he has confessed to me that he is in love with you, and sadness makes him cry when we go away."



Crónicas dulces

Cada mañana, mi dueño me llevaba con él al puente de los suspiros. Yo me sentía a salvo dentro de mi cómodo estuche.
Era un día soleado y mi dueño contagiaba felicidad, a pesar de que su figura demacrada delataba su precaria situación.
Cuando llegamos al centro del puente, me sacó de mi escondite y se dispuso a interpretar un fragmento del concierto para viola en Do menor de Bach.
Era un virtuoso.
Había colocado el estuche en el suelo y, muy de tarde en tarde, alguien dejaba caer una moneda. Yo sentía pena por él. Pero sin embargo, cuando tocaba mis cuerdas, unas veces con la suavidad de una caricia, otras con una energía singular, nos transportaba a un estado de éxtasis único.
Sus suaves dedos, moviéndose a una vertiginosa velocidad por mi mástil, eran el bálsamo que necesitaba todos los días para ser feliz.
Sin embargo aquel día ocurrió algo especial. Cuando nos retiramos y abandonamos el puente, él acercó sus labios al estuche y me dijo con una voz casi imperceptible:
-Tengo que confesarte un secreto. Desde hace mucho tiempo, cuando nos alejamos del puente, he observado que el puente llora. Hoy me ha confesado que está enamorado de ti, y la tristeza le hace llorar cuanto nos alejamos.