Caged in My Feelings
It was at
birth when it happened. My mother gave birth to me at sea. When I slipped
through her vagina, the image of being among aquamarines and a strong taste of
the sea penetrated my consciousness forever. That sensation of the sea, of
salty air, has not left me, until today. My father grabbed my feet and turned
me face down. My brain protested, and at that moment my conscious self shared
the Oedipus complex with my subconscious until my father died. I had to fight
many wars afterwards in a hostile and ruthless world. Years after my father's
death, my loving mother succumbed to a long and painful illness, and she left
me alone. The aquamarines and the taste of the sea came to comfort me, as
always happened when events conspired to destroy my little energy to survive.
At the bottom of the sea, in the turquoise waters where I was born, I found the
peace that denied me existence. Until today.
In moments
of despair, I learned to sneak into the past to talk to the dead. Strange dead,
alien, who asked me to help them return to the world of the living. When I
wandered the underworld, I wondered how I couldn't find my father. And
coincidentally, in one of the ghostly encounters, around the corner of the
underworld, he appeared, and I asked his forgiveness. He was waiting for me
with open arms and an infinite smile illuminated his face. To my surprise,
after my father, my mother appeared, and then I discovered her true nature. She
was a mermaid and had never revealed it to me. Her love for my father made her
abandon her true nature to appear as a woman before everyone's eyes, including
mine. My mother, who had the blessing of goodness, wrote the days with blue
feelings, and her hands contained all the happiness in the universe.
Everything
has finished today. Today it has come to visit me the nameless and has just
erased all my memories. She only left me for a moment to say goodbye to them. Today
I am nothing.
Enjaulado en mis sentimientos
Fue al nacer cuando ocurrió. Mi madre me dio a luz en el
mar. Cuando me deslizaba a través de la vagina, la imagen de estar entre aguamarinas
y un fuerte sabor a mar penetraron en mi conciencia para siempre. Esa sensación
de mar, de aire salado, no me han abandonado, hasta hoy. Mi padre me sujetó por
los pies, y me puso boca abajo. Mi cerebro protestó, y en aquel momento mi ser
consciente compartió con mi subconsciente el complejo de Edipo hasta que mi
padre murió. Muchas guerras tuve que librar después en un mundo hostil y
despiadado. Años después de la muerte de mi padre, mi madre, amantísima,
sucumbió a una larga y penosa enfermedad, y me dejó solo. Las aguamarinas y el
sabor a mar vinieron a consolarme, como ocurría siempre que los acontecimientos
se conjuraban para acabar con mis pocas energías para sobrevivir. En el fondo
marino, en las aguas turquesa entre las que nací, encontraba la paz que me
negaba la existencia. Hasta hoy.
En momentos de desesperación, aprendí a entrar con sigilo en
el pasado para hablar con los muertos. Muertos extraños, ajenos, que me pedían
que les ayudara a regresar al mundo de los vivos. Cuando vagaba por el
submundo, me preguntaba cómo no podía encontrar a mi padre. Y casualmente, en
uno de los encuentros fantasmales, al volver la esquina del submundo, apareció
él, y le pedí perdón. Me esperaba con los brazos abiertos y una sonrisa
infinita iluminaba su rostro. Para mi sorpresa, tras mi padre, apareció mi madre,
y entonces descubrí su verdadera naturaleza. Era una sirena y nunca me lo había
revelado. Su amor por mi padre hizo que abandonara su verdadera naturaleza para
aparecer como una mujer ante las miradas de todo el mundo, incluso la mía. Mi
madre, que tenía la bendición de la bondad, escribía los días con sentimientos
azules, y sus manos contenían toda la felicidad del universo.
Hoy ha terminado todo. Hoy ha venido a visitarme el
innombrable y acaba de borrar todos mis recuerdos. Solo me ha dejado un
instante para despedirme de ellos. Hoy soy la nada.