Motherhood
We were crossing Sherwood Forest when Marian, my wife, went
into labor. We were on our way to Edwinstowe to join William I's army. The dark
night made it impossible to tell how close we were to Edwinstowe.
Marian, in severe pain, leaned against the base of a tree.
I, with the help of a torch, tried to help her give birth. After an
interminable moment, something detached itself from her body. It was a kind of
shiny oval stone. Stunned, I didn't know how to explain it to Marian. She
stared at me and looked at what she hoped was a newborn. Her features
transformed and she began to scream and cry bitterly. Then she lost her mind.
She picked up the thing and caressed it, wrapped it in a blanket and kissed it.
Dawn surprised us exhausted. Marian had not slept. Next to
her face rested that shiny stone. As if she were a baby, she sang and kissed
it, moving her hand as if something invisible was caressing her. I decided we
couldn't get to Edwinstowe so we stayed there. But not for long. During the
next night, such was Marian's love for the stone, that the stone, in response
to her songs began to glow with multicolored hues and an almost inaudible
melody could be heard caressing the soul. Then Marian, after clasping the stone
in her hands, died. Then, the stone darkened and began to shrink in size until
it disappeared.
Maternidad
Cruzabamos el bosque de Sherwood cuando Marian, mi esposa,
se puso de parto. Nos dirigíamos a Edwinstowe para unirme al ejército de
Guillermo I. La noche cerrada no permitía saber lo próximos que estábamos de Edwinstowe.
Marian, con fuertes dolores, se reclinó en la base de un
árbol. Yo, con la ayuda de una antorcha, trataba de ayudarle a dar a luz.
Después de un instante interminable, algo se desprendió de su cuerpo. Se trataba
de una especie de piedra ovalada y brillante. Atónito, no sabía cómo
explicárselo a Marian. Ella me miró fijamente y dirigió la vista a lo que
esperaba que fuera un recién nacido. Sus facciones se transformaron y empezó a
gritar y a llorar amargamente. Entonces, perdió la razón. Cogió aquella cosa y
la acarició, la envolvió con una mantita y la besó.
El alba nos sorprendió exhaustos. Marian no había dormido. Junto
a su rostro descansaba aquella piedra brillante. Como si fuera un bebé, ella le
cantaba y besaba, moviendo su mano como si algo invisible la acariciara. Decidí
que no podíamos llegar a Edwinstowe así que nos quedamos allí. Pero no por
mucho tiempo. Durante la noche siguiente, era tal el amor que Marian profesaba
a la piedra, que ésta, en respuesta a sus canciones empezó a brillar con tonos
multicolores y una casi inaudible melodía se escuchaba acariciando el alma. Luego,
Marian, después de estrechar entre sus manos aquella piedra, murió. A continuación,
la piedra se oscureció y empezó a reducir su tamaño hasta desaparecer.