Crying
The dome
shone brighter than ever. The Emir had the sensation of being in a unique
space, a space that invited him to pray, to ask for the prisoners that the
crusaders was retaining, for more than a year, in one of the dungeons of the
Antioch prison.
To subdue
the city, the emir's troops had placed the camp around Antioch. The plan to
reach the prisoners and free them was to dig a tunnel from the camp. A few
months after starting work, when they were a few meters away from the dungeon,
they stumbled across a huge block of wood.
Abenamar
had the ability to communicate with insects. In his palace, he had arranged
rooms that he had prepared to harbor many kinds of these invertebrate animals,
including termites.
The Emir
asked him for help. Abenamar replied that the prisoners would be released at
dawn of the third day.
Termites
had done their daily work, but far from resting they continued to open the
tunnel through the immense underground construction. It was an army of tiny
creatures advancing inexorably to find the hostages. Abenamar had treated them
very well, in fact he was the only one they obeyed.
During the
night of the third day, when they were about to open an exit through the walls
of the dungeon, a woman's heart-rending cries were heard, followed by moments
of silence and then the crying of a baby. Voices, screaming and confusion.
Bewildered,
the warriors did not know what to do. The struggle with the guards was going to
be fierce and they could not endanger the prisoners.
Suddenly,
someone hit the wall from inside the dungeon.
"We
know you are there. The son of the emir's sister is born. His father's a
crusader. The Emir will not forgive you this affront."
The Emir,
who led the hostage group, could not suppress a curse by listening to the
prisoner's words. Abenamar, who was with him, tried to calm his anger.
In an
instant, the Emir hurled himself against the weak wooden obstacle separating
him from the dungeon, blowing him to pieces by dragging thousands of termites
who were still doing their work. He lifted his sword to strike a deadly blow at
his sister who, lying on the ground could barely move, but a superhuman force
held his arm. The crossed knight looked into his eyes and made him kneel before
him.
Before his
death, the emir recalled the brilliant dome that had led him there.
Llanto
La cúpula brillaba más que nunca. El emir tuvo la sensación
de encontrarse en un espacio único, un espacio que invitaba a orar, a pedir por
los prisioneros que los cruzados retenían, durante más de un año, en una de las
mazmorras de la prisión de Antioquía.
Para someter a la ciudad, las huestes del emir habían
situado el campamento a su alrededor. El plan para llegar hasta los prisioneros y
poder liberarlos, consistía en excavar un túnel desde el campamento. Unos meses
después de iniciar el trabajo, cuando se encontraban a unos metros de distancia
de la mazmorra, se tropezaron con un enorme bloque de madera.
Abenamar tenía la habilidad de comunicarse con los insectos.
En su palacio, tenía dispuestas estancias que había habilitado para muchas
clases de estos animales invertebrados, entre ellos, las termitas.
El emir solicitó su ayuda. Abenamar le respondió que los
prisioneros serían liberados al alba del tercer día.
Las termitas habían hecho su trabajo diario, pero lejos de descansar
continuaron abriendo el túnel a través de la inmensa construcción subterránea. Era
un ejército de diminutas criaturas avanzando inexorablemente al encuentro de
los rehenes. Abenamar las había tratado muy bien, de hecho era al único al que obedecían.
Durante la noche del tercer día, cuando ya estaban a punto
de abrir una salida a través de las paredes de la mazmorra, se oyeron los
gritos desgarradores de una mujer, después unos momentos de silencio y luego el
llanto de un bebé. Voces, gritos y confusión.
Desconcertados, los guerreros no sabían qué hacer. La lucha
con los guardianes iba a ser cruenta y no podían poner en peligro a los
prisioneros.
De repente, alguien golpeó la pared desde el interior de la
mazmorra.
-Sabemos que estáis ahí. Ha nacido el hijo de la hermana del
emir. Su padre es un cruzado. El emir no le va a perdonar esta afrenta.”
El emir, que lideraba al grupo de rehenes, al escuchar las
palabras del prisionero no pudo reprimir una maldición. Abenamar, que le
acompañaba, trató de calmar su ira.
En un instante, el emir se lanzó contra el débil obstáculo
de madera que lo separaba de la mazmorra, lo hizo saltar en pedazos arrastrando
a miles de termitas que aún estaban haciendo su trabajo. Levantó su alfanje
para asestar un mortal golpe a su hermana que, tendida en el suelo apenas podía
moverse, pero una fuerza sobrehumana sujetó su brazo. El caballero cruzado le
miró fijamente a los ojos y le hizo arrodillarse ante él.
Antes de morir, el emir recordó la brillante cúpula que le
había conducido hasta allí.