Sunday, February 25, 2018

Crying - Llanto


Crying

The dome shone brighter than ever. The Emir had the sensation of being in a unique space, a space that invited him to pray, to ask for the prisoners that the crusaders was retaining, for more than a year, in one of the dungeons of the Antioch prison.
To subdue the city, the emir's troops had placed the camp around Antioch. The plan to reach the prisoners and free them was to dig a tunnel from the camp. A few months after starting work, when they were a few meters away from the dungeon, they stumbled across a huge block of wood.
Abenamar had the ability to communicate with insects. In his palace, he had arranged rooms that he had prepared to harbor many kinds of these invertebrate animals, including termites.
The Emir asked him for help. Abenamar replied that the prisoners would be released at dawn of the third day.
Termites had done their daily work, but far from resting they continued to open the tunnel through the immense underground construction. It was an army of tiny creatures advancing inexorably to find the hostages. Abenamar had treated them very well, in fact he was the only one they obeyed.
During the night of the third day, when they were about to open an exit through the walls of the dungeon, a woman's heart-rending cries were heard, followed by moments of silence and then the crying of a baby. Voices, screaming and confusion.
Bewildered, the warriors did not know what to do. The struggle with the guards was going to be fierce and they could not endanger the prisoners.
Suddenly, someone hit the wall from inside the dungeon.
"We know you are there. The son of the emir's sister is born. His father's a crusader. The Emir will not forgive you this affront."
The Emir, who led the hostage group, could not suppress a curse by listening to the prisoner's words. Abenamar, who was with him, tried to calm his anger.
In an instant, the Emir hurled himself against the weak wooden obstacle separating him from the dungeon, blowing him to pieces by dragging thousands of termites who were still doing their work. He lifted his sword to strike a deadly blow at his sister who, lying on the ground could barely move, but a superhuman force held his arm. The crossed knight looked into his eyes and made him kneel before him.
Before his death, the emir recalled the brilliant dome that had led him there.



Llanto

La cúpula brillaba más que nunca. El emir tuvo la sensación de encontrarse en un espacio único, un espacio que invitaba a orar, a pedir por los prisioneros que los cruzados retenían, durante más de un año, en una de las mazmorras de la prisión de Antioquía.
Para someter a la ciudad, las huestes del emir habían situado el campamento a su alrededor. El plan para llegar hasta los prisioneros y poder liberarlos, consistía en excavar un túnel desde el campamento. Unos meses después de iniciar el trabajo, cuando se encontraban a unos metros de distancia de la mazmorra, se tropezaron con un enorme bloque de madera.
Abenamar tenía la habilidad de comunicarse con los insectos. En su palacio, tenía dispuestas estancias que había habilitado para muchas clases de estos animales invertebrados, entre ellos, las termitas.
El emir solicitó su ayuda. Abenamar le respondió que los prisioneros serían liberados al alba del tercer día.
Las termitas habían hecho su trabajo diario, pero lejos de descansar continuaron abriendo el túnel a través de la inmensa construcción subterránea. Era un ejército de diminutas criaturas avanzando inexorablemente al encuentro de los rehenes. Abenamar las había tratado muy bien, de hecho era al único al que obedecían.
Durante la noche del tercer día, cuando ya estaban a punto de abrir una salida a través de las paredes de la mazmorra, se oyeron los gritos desgarradores de una mujer, después unos momentos de silencio y luego el llanto de un bebé. Voces, gritos y confusión.
Desconcertados, los guerreros no sabían qué hacer. La lucha con los guardianes iba a ser cruenta y no podían poner en peligro a los prisioneros.
De repente, alguien golpeó la pared desde el interior de la mazmorra.
-Sabemos que estáis ahí. Ha nacido el hijo de la hermana del emir. Su padre es un cruzado. El emir no le va a perdonar esta afrenta.”
El emir, que lideraba al grupo de rehenes, al escuchar las palabras del prisionero no pudo reprimir una maldición. Abenamar, que le acompañaba, trató de calmar su ira.
En un instante, el emir se lanzó contra el débil obstáculo de madera que lo separaba de la mazmorra, lo hizo saltar en pedazos arrastrando a miles de termitas que aún estaban haciendo su trabajo. Levantó su alfanje para asestar un mortal golpe a su hermana que, tendida en el suelo apenas podía moverse, pero una fuerza sobrehumana sujetó su brazo. El caballero cruzado le miró fijamente a los ojos y le hizo arrodillarse ante él.
Antes de morir, el emir recordó la brillante cúpula que le había conducido hasta allí.