Peter
Peter considered himself a lucky man. At the age of thirty
he had been lucky enough to see unique sunsets from the Himalayas. He had
travelled all over the world and known exotic places. The city of Srinagar
captivated him. The Hermitage and Catherine's Palace made him dream. The Grand
Canal of Venice was a gift to his senses. The unforgettable red sunsets of
Santorini. And always accompanied by the love of his life. An extraordinary
woman who was always attentive to his needs which were not few. For that woman he would have given everything he had, even his life. Her honey-coloured eyes
always smiled at him. Her lips, sweet and fresh, were a source of love. Her silken skin carried him to warm, lazy universes.
The best moments were being spent as volunteers in refugee
camps in the Middle East. Among the ramshackle tents they had met the most
important people in their lives, the children, always cheerful, and their
grateful mothers had given them humanity, much more than they could give them.
All those wonders he had seen, but all of them only in his
imagination, because Peter had been born blind.
Peter
Peter se consideraba un hombre afortunado. A sus treinta
años había tenido la suerte de ver atardeceres únicos desde los Himalayas.
Había viajado por todo el mundo y conocido lugares exóticos. La ciudad de
Srinagar lo cautivó. El Hermitage y el Palacio de Catalina le hicieron soñar.
El Gran Canal de Venecia fue todo un regalo para sus sentidos. Los inolvidables
atardeceres rojos de Santorini. Y siempre acompañado del amor de su vida. Una
mujer extraordinaria que siempre estaba atenta a sus necesidades que no eran
pocas. Por aquella mujer hubiera dado todo lo que tenía, incluso su vida. Sus
ojos color miel siempre le sonreían. Sus labios, dulces y frescos eran una
fuente de amor. Su piel de seda lo transportaba a universos cálidos y
perezosos.
Los mejores momentos los habían vivido como voluntarios en
campamentos de refugiados en Oriente Medio. Entre las destartaladas tiendas
habían conocido a las personas más importantes de su vida, los niños, siempre
alegres, y sus madres agradecidas les habían regalado humanidad, mucho más de
los que ellos pudieron darles.
Todas esas maravillas había visto, pero todas ellas solo en
su imaginación, porque Peter había nacido ciego.