Peenemünde Research Center
Liuna was confined to that room for seven endless days. Only
one person visited her, also with a mask and gloves, who without saying
anything at all, left him on a table made of a material he did not know, a tray
with her daily food. She was able to identify fish and sometimes meat, got used
to baked bread, and learned to use cutlery on her own. Most of the food was
foreign to her, but the sheer need to satisfy hunger made her get used to
eating it.
She was wondering what she was doing there, so far from
everything and everyone. The abuses he suffered from her father had led her to
the situation he was experiencing at the time. She would never have made it to
that strange island if the fateful night when she defended himself against her
father lost her mind and ended in the death of her father.
The height of the windows did not allow her to see what was
outside. She heared strange noises and sometimes voices in the form of screams
that she did not know how to interpret. She could see on the identification
card of the person who visited her daily some signs that she did not know, but
that she could memorize: Peenemünde Research Center.
Peenemünde Research Center
Liuna estuvo confinada en aquella habitación durante siete
interminables días. Solo le visitaba una persona, también con mascarilla y
guantes, que sin decir nada en absoluto, le dejaba en una mesa, hecha de un
material que desconocía, una bandeja con el alimento diario. Identificaba el
pescado y a veces la carne, se acostumbró al pan elaborado, y aprendió por su
cuenta a utilizar los cubiertos. Casi la totalidad de los alimentos le eran
extraños, pero la pura necesidad de satisfacer el hambre hizo que se fuera
acostumbrando a comerlos.
Se preguntaba qué estaba haciendo allí, tan lejos de todo y
de todos. Los abusos que sufrió por parte de su padre le habían conducido a la
situación que estaba viviendo en ese momento. Nunca hubiera llegado a aquella
isla extraña si la noche fatídica en la que se defendió de su padre, perdiera
la cabeza y acabara con la muerte de su progenitor.
La altura de las ventanas no permitía que se pudiera ver lo
que había en el exterior. Oía ruidos extraños y a veces voces en forma de
gritos que no sabía interpretar. Sí pudo ver en la tarjeta de la persona que le
visitaba diariamente unos signos que desconocía, pero que pudo memorizar:
Peenemünde Research Center.
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