Monday, April 13, 2020

V-2 (6)

Peenemünde Research Center

Liuna was confined to that room for seven endless days. Only one person visited her, also with a mask and gloves, who without saying anything at all, left him on a table made of a material he did not know, a tray with her daily food. She was able to identify fish and sometimes meat, got used to baked bread, and learned to use cutlery on her own. Most of the food was foreign to her, but the sheer need to satisfy hunger made her get used to eating it.

She was wondering what she was doing there, so far from everything and everyone. The abuses he suffered from her father had led her to the situation he was experiencing at the time. She would never have made it to that strange island if the fateful night when she defended himself against her father lost her mind and ended in the death of her father.

The height of the windows did not allow her to see what was outside. She heared strange noises and sometimes voices in the form of screams that she did not know how to interpret. She could see on the identification card of the person who visited her daily some signs that she did not know, but that she could memorize: Peenemünde Research Center.

 

Peenemünde Research Center

Liuna estuvo confinada en aquella habitación durante siete interminables días. Solo le visitaba una persona, también con mascarilla y guantes, que sin decir nada en absoluto, le dejaba en una mesa, hecha de un material que desconocía, una bandeja con el alimento diario. Identificaba el pescado y a veces la carne, se acostumbró al pan elaborado, y aprendió por su cuenta a utilizar los cubiertos. Casi la totalidad de los alimentos le eran extraños, pero la pura necesidad de satisfacer el hambre hizo que se fuera acostumbrando a comerlos.

Se preguntaba qué estaba haciendo allí, tan lejos de todo y de todos. Los abusos que sufrió por parte de su padre le habían conducido a la situación que estaba viviendo en ese momento. Nunca hubiera llegado a aquella isla extraña si la noche fatídica en la que se defendió de su padre, perdiera la cabeza y acabara con la muerte de su progenitor.

La altura de las ventanas no permitía que se pudiera ver lo que había en el exterior. Oía ruidos extraños y a veces voces en forma de gritos que no sabía interpretar. Sí pudo ver en la tarjeta de la persona que le visitaba diariamente unos signos que desconocía, pero que pudo memorizar: Peenemünde Research Center.


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