De buenos y malos (I) Y la noche se adueñó de la luz. Lucifer, sentado a la entrada de la gruta, esperaba ansioso la llegada de los asesinos. Nunca persiguió representar ese papel. Tampoco supo cómo llegó a fundirse con el personaje. Pero el caso es que allí estaba, cumpliendo escrupulosamente las órdenes del jefe. En algún momento de lucidez había pensado en renunciar, pero el mercado de trabajo estaba muy mal. Ensimismado en sus pensamientos, no se percató de la llegada de los condenados. Éstos, por otra parte tampoco hicieron mucho ruido. Eran miles, procedentes de las interminables guerras que se producían por doquier. Lucifer estaba convencido de la importancia de su misión. Pensaba en voz alta: -Si yo no existiera, la función de recibir y encarcelar a todos estos ¿quién la llevaría a cabo?, ¿quién los metería en el fuego para que no hicieran más daño? Los condenados, encadenados y cabizbajos, pasaban lentamente por delante de él. Al azar, le pidió a uno de ellos q...