Little
lights
Every
afternoon, when I came home from work, I saw in a window in the face of a girl
who, through the glass, looked out at the street. Her lost and sad gaze
awakened in me the instinct to protect her and to offer her affection.
So was day
after day. Until after a few months, the eve of the Wise Menkings arrived. That
day it occurred to me to disguise myself as a magician king and take her some
presents.
The little
girl opened the door with difficulty.
"Ho ho
ho. I'm King Melchior and I've come to bring you the toys you asked for. As you
see, I come bearing this sack full of toys for many children, but to look for
your gifts I need to know your name."
"My
name is Luna. But I didn't ask for any toys."
"Are
your parents not here?"
"I
don't have parents."
From inside
the house someone called the girl.
"Luna,
who is it?"
Luna looked
at me with his sad eyes and told me:
"She's
my grandmother. She's in a wheelchair and can't move."
Her
grandmother, a sick old lady, welcomed me and told me the story of the girl's
parents and the way they died. From that day on, I started visiting them
regularly. And from the next day, Luna, smiling from his window, greeted me as
I walked down the street returning from work.
Several
years passed. One day I took courage and asked to her grandmother to allow me
to adopt her grandaughter. She smiling and crying at the same time gave me a
hug and told me:
"This
is the most beautiful request I have ever had in my life."
And some
little lights lited up in my soul, and surely in her soul too.
Her
grandmother already left us. Luna's getting married today. I love her with all
my heart.
Lucecitas
Todas las tardes, cuando volvía a casa después del trabajo,
veía en una ventana el rostro de una niña que, a través de los cristales, observaba
la calle. Su mirada perdida y triste despertaba en mí el instinto de protegerla
y de ofrecerle cariño.
Así día tras día. Hasta que después de unos meses, llegó la
víspera de reyes. Ese día se me ocurrió disfrazarme de rey mago y llevarle unos
regalos.
La niñita me abrió la puerta con dificultad.
-Ho ho ho. Soy el rey Melchor y vengo a traerte Los juguetes
que nos has pedido. Como ves, vengo cargado con este saco lleno de juguetes
para muchos niños, pero para buscar tus regalos necesito saber tu nombre.
-Mi nombre es Luna. Pero yo no he pedido ningún juguete.
-¿No están tus padres?
-No tengo.
Desde el interior de la vivienda alguien llamó a la niña.
-Luna, ¿quién es?
Luna me miró con sus ojos tristes y me dijo:
-Es mi abuela. Está en una silla de ruedas y no se puede
mover.
Su abuela, una ancianita enferma, me dio la bienvenida y me
contó la historia de los padres de la niña y la forma en la que murieron. A
partir de aquél día, empecé a visitarlas regularmente. Y a partir del siguiente
día, Luna, sonriendo desde su ventana, me saludaba cuando pasaba por la calle volviendo del trabajo.
Pasaron varios años. Un día me armé de valor y le propuse a
su abuela que me permitiera adoptarla. Ella sonriendo y llorando al mismo
tiempo me dio un abrazo y me dijo:
-Es la petición más hermosa que me han hecho en la vida.
Y unas lucecitas se encendieron en mi alma, y seguramente en
la suya.
Su abuela ya nos dejó. Hoy se casa Luna. La quiero con toda
mi alma.