Estoy subiendo a un tren. Pretendo hacer un viaje a ninguna parte. Este es un tren moderno de los que alcanzan velocidades de vértigo y no te permiten disfrutar del paisaje.
Mientras trato de poner la maleta en su lugar, vienen a mi mente recuerdos de cuando, siendo muy pequeño, mi padre me llevó a conocer una gran ciudad. El viaje lo hicimos en un destartalado y agonizante viejo tren, Los asientos de madera eran muy incómodos, y el humo de la locomotora dejaba un rastro de carbonilla en los rostros y en las ropas de los viajeros. Pero las incomodidades, aún siendo muchas sobre todo para las personas mayores, no importaban, pues casi todo era diversión y entusiasmo para un niño de mi edad.
Enfrente de mí se sentaba una niña tímida, que agarraba la mano de su madre y trataba de ocultar su rostro detrás de ella.
Fue el destino. Durante más de sesenta años, aquella niña ha hecho de mi vida el paraíso. Hoy hace cien días que murió y me ha dejado en la más absoluta oscuridad.
Mientras trato de poner la maleta en su lugar, vienen a mi mente recuerdos de cuando, siendo muy pequeño, mi padre me llevó a conocer una gran ciudad. El viaje lo hicimos en un destartalado y agonizante viejo tren, Los asientos de madera eran muy incómodos, y el humo de la locomotora dejaba un rastro de carbonilla en los rostros y en las ropas de los viajeros. Pero las incomodidades, aún siendo muchas sobre todo para las personas mayores, no importaban, pues casi todo era diversión y entusiasmo para un niño de mi edad.
Enfrente de mí se sentaba una niña tímida, que agarraba la mano de su madre y trataba de ocultar su rostro detrás de ella.
Fue el destino. Durante más de sesenta años, aquella niña ha hecho de mi vida el paraíso. Hoy hace cien días que murió y me ha dejado en la más absoluta oscuridad.
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