Era un personaje singular. Desde muy pequeño había tenido la
habilidad de descubrir las debilidades de las personas con las que trataba a
menudo, y aprendió a sacar el máximo partido en sus relaciones con los demás.
Cierto día, estaba en una terraza con un amigo al que
trataba de embaucar para que le hiciera un trabajo sucio. De repente se dio
cuenta de que alguien le observaba desde el otro lado de la calle. Se quedó
lívido al reconocer a un antiguo socio al que había estafado. No sabía qué
hacer. Volvió la cabeza, le balbuceó algo a su amigo y se levantó rápidamente para
tratar de escapar en dirección contraria a la que había visto a su socio. No
tuvo tiempo. Él ya había llegado a su altura y le llamaba por su nombre.
Aterrado se dio la vuelta y su socio con una sorprendente cara de felicidad le
abrazó efusivamente.
-Querido amigo, no sabes lo feliz que soy al verte de nuevo.
¿Te acuerdas de aquellos terrenos que me vendiste a un precio muy barato? Debido
a un error burocrático, esos terrenos no estaban inscritos a tu nombre en el
registro de la propiedad, sino al de un funcionario que había muerto sin
familia, y además su extensión era diez veces la que me habías vendido. El dueño
había dado instrucciones para que se abriera su testamento si aparecía alguien
interesándose por esos terrenos. Sorprendetemente en el testamento se
declaraba que esos terrenos pasaran a manos de la persona interesada. Esos
terrenos son urbanizables, así que gracias a ti soy rico.
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