Sunday, November 11, 2018

A Brief Story Of Windsor - Una pequeña historia de Windsor


A Brief Story Of Windsor

It was the year 1070 of the Christian era. William the Conqueror, after the Northern Massacre that had taken place a few months earlier, had allowed himself a break at Windsor.
The intense aroma of the laurel forest near the castle works, located in a hillock, was one of the pleasures enjoyed by the king every time he approached to supervise the construction.
That morning a great noise was heard. William rushed out of his tent. He had been told that part of the wall had collapsed.
The state was deplorable. A breach had opened from the top of the wall to its base, and some large blocks had fallen off, one of which had come to fall on a man heading for the forest of laurels.
The wounded man, lying on the ground, did not stop complaining. He was a small man and he was frightened. Guillermo leaned over to find out how he was, and the man, about to die, told him:
"I take care of the forest of laurels. I come every day, because there are buried my children, who died fighting for you.  They are the ones who every day offer you the aroma you enjoy, because they are the ones who feed, with their bodies and souls, the forest of laurels. Please continue to care for the forest as you would care for the most precious thing in your kingdom, and think that death is manifested as life in the aroma of laurel."




Una pequeña historia de Windsor

Corría el año 1070 de la era cristiana. Guillermo el Conquistador, después de la Masacre del Norte que había tenido lugar unos meses antes, se había permitido un descanso en Windsor.
El intenso aroma del bosque de laureles cercano a las obras del castillo, situadas en un otero, era uno de los placeres de los que gozaba el rey cada vez que se acercaba a supervisar la construcción.
Aquella mañana se oyó un gran estruendo. Guillermo salió deprisa de su tienda. Le habían comunicado que parte de la muralla se había derrumbado.
El estado era lamentable. Se había abierto una brecha desde la parte superior de la muralla hasta su base, y se habían desprendido algunos bloques de gran tamaño, uno de las cuales había venido a caer sobre un hombre que se dirigía al bosque de laureles.
El herido, tendido en el suelo, no dejaba de quejarse. Era un hombre menudo y estaba asustado. Guillermo se inclinó para saber cómo estaba, y el hombre, a punto de morir, le dijo:
-Cuido el bosque de laureles. Vengo todos los días, porque allí están enterrados mis hijos, que murieron luchando por vos.  Son ellos los que cada día os ofrecen el aroma del que disfrutáis, porque son ellos los que alimentan, con sus cuerpos y almas, el bosque de laureles. Por favor, seguid cuidando el bosque como cuidaríais lo más preciado de vuestro reino, y pensad que la muerte se manifiesta como vida en el aroma del laurel.

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