Había un solo instante antes de crearse el Universo. Y el instante estaba en Dios. Y el instante era Dios. Como Dios no había puesto etiquetas a las cosas, la materia, el espacio y el tiempo estaban concentrados en el instante y no se distinguían entre ellos ni tenían consciencia de sí mismos. Pero cuando se creó el Universo, que no ocurrió en un instante, ni por ningún Big Bang, el instante se multiplicó por muchos instantes y ellos fueron conscientes al nacer de que dominarían el Universo.
Erase una vez un instante que formaba parte de la familia de instantes del gran emperador Alejo I Comneno. Sin embargo éste instante no se conformaba con ser uno más, quería ser el más importante en la vida de nuestro sufrido emperador bizantino. Así, en cuanto tuvo la ocasión, el 4 de abril del año 1081, Alejo fue coronado emperador por el patriarca Cosme Hierosolimites tras destituir a Nicéforo III. Esa fue la sublime existencia de nuestro instante.
El instante ya había cumplido su sueño pero quiso ser más. Pensó que porqué no emparentar con otros instantes de otros personajes de la historia. Y así eligió el palacio de Mangana para conocer a otros instantes. Por ejemplo los instantes de María Bagrationi. El inquieto instante de Alejo se cruzó con el apacible instante de María en el palacio y formaron una estrecha amistad, haciendo que la pareja se enamorara....
Pero las cualidades de los instantes son efímeras. Además, aunque pueden extenderse en el infinito y ver con los ojos de Dios, también sufren y se cansan como los mortales. Y también, como a los mortales les son permitidos el amor y el odio, la locura. Por eso cuentan que la relación entre Alejo y María, fruto del capricho de un instante, hizo que su amor sobreviviera solo unos años.
Alejo vio un día, atravesando uno de los verdes campos cerca de palacio, que éste se movía hacia él y lo engullía. Una vez dentro, Alejo levitó unos metros sobre el suelo. Cuando pensó en acercar los objetos que veía a su alrededor, éstos inmediatamente se aproximaban a él, y cuanto más se concentraba en ellos pensando en poder ver de forma más nítida sus detalles, los objetos se abrían y dejaban penetrar su visión, mostrando los detalles en su interior. En aquel momento descubrió los poderes de su mente para actuar sobre la materia y sobre el tiempo.
Cuando dirigió su mirada a la pared del salón, ésta se acercó hasta unos centímetros de su cara y se abrió. Las distintas capas de pintura, piedra, arcilla y barro fueron mostrando su historia, y cada fragmento de material le presentaba los rostros de los que habían trabajado con ellos. Aunque sabía de la existencia del instante inquieto, no conseguía comprender qué había ocurrido con su percepción, pero estaba seguro de que el instante la había modificado.
Pronto se dio cuenta del motivo, el instante lo estaba conduciendo hacia sus orígenes. Intentó cerrar los ojos pero no pudo. Las imágenes se hacían más nítidas y detrás de los miles de rostros que iban y venían, la atronadora voz de un esclavo penetró en sus oídos. Las ondas sonoras le llevaron a una pequeña casa de adobe en los suburbios de Constantinopla.
El esclavo le hablaba pero Alejo no comprendía nada de lo que decía. Intentó desesperadamente volver a su mundo, a su tiempo, pero algo se lo impedía. El esclavo se aproximó tan cerca que Alejo podía notar su aliento. De repente todo se oscureció y Alejo despertó sobre la hierba de los campos a los que había ido a cazar.
Cuando vio a su amante, le comentó lo ocurrido y María lo intentó convencer de que se trataba de un sueño. Pero Alejo no asimiló la experiencia como algo imaginario y trató de comprender. Le confesó a María que había descubierto cuando era niño la existencia de los instantes que gobiernan el mundo. Había descubierto a su instante inquieto una noche que no podía dormir. El instante creyó que el niño soñaba y se aproximó a su cama tan cerca que Alejo lo sorprendió mirándolo fijamente y le pregunto '¿Quién eres y qué haces aquí?
Jerusalén, año de 1099. La llorada Jerusalén, ora por musulmanes, ora por cristianos, se parece a la nueva Jerusalén del año 5200. Han cambiado los personajes que continúan escribiendo la historia, pero la ciudad se mantiene intacta. Algunos de sus ciudadanos han creado en Marte una comunidad que a imagen y semejanza de las costumbres del año 1099 mantiene vivas las esperanzas de recuperar un Universo presidido por Dios. Alejo Comneno, descendiente de nuestro ilustre emperador bizantino rememora en la ciudad de Alejandría las viejas glorias del pasado familiar, acompañado por el instante de su ilustre antepasado y con los mismos poderes sobrenaturales. De manera que concentrando su mente en un lugar concreto de Marte, podía distinguir las siluetas que procedentes del palacio de Omar, iban y venían deprisa hacia y desde el salón del trono. Omar era el descendiente del gran visir que luchó contra el emperador bizantino en 1099 en Jerusalén. Y se están preparando para continuar la yihad.
Omar tiene una hija tan bella como lo más bello del Universo, y Alejo, arrebatado por la luz de la princesa no tiene otra opción que convencer a su instante para que la secuestre. Es el factor humano, y las cruzadas se extienden hasta el infinito. Pero el universo tiene cosas ocultas. Una de las más valiosas es el amor. El arma más poderosa del universo.